Por la pérdida de 52 vidas humanas, la dimensión de la tragedia ocurrida en el Casino Royale de Monterrey, Nuevo León, el pasado jueves 25, resulta desgarradora. También, ilustrativa de lo que es la impunidad en tiempos calderonistas.
De inicio, un empresario de reconocida familia y ascendente -doblemente presionado por las autoridades civiles y el crimen organizado - decide hacer caso omiso a los citatorios judiciales y huye del país sin que nadie haga nada por detenerlo. Pero también está la irrupción de Manuel Jonás Larrazabal, el hermano incómodo del alcalde panista de Monterrey, quien extorsionaba a los dueños de los casinos que su filio, supuestamente estaría por clausurar.